Los
niños poco a poco, conforme van creciendo, van ganando autonomía,
van firmando y construyendo su personalidad y a veces es difícil
para los adultos, para los padres, saber cómo actuar o reaccionar.
Por desgracia, no existe una regla absoluta en materia de educación:
es una cuestión de equilibrio y de comunicación.
El
niño necesita ser guiado por los padres, ya que él ignora lo que es
mejor para él. Y es aquí donde adquiere un papel muy importante la
autoridad. Los niños deben asimilar las restricciones fundamentales
relacionadas con la socialización.
La
frustración es una experiencia indispensable para el desarrollo
infantil: el niño debe aprender a renunciar a la satisfacción
inmediata de sus deseos.
Por
supuesto, la autoridad no debe estar reñida con el amor. Debemos ser
firmes pero sin dejar de amar al niño. De hecho, es por el amor que
se tiene por el hijo que debemos fijarle los límites, por su
seguridad y por su desarrollo futuro.
Una
duda que surge habitualmente en los padres es el cómo imponer la
autoridad. La clave está en la comunicación: Prohibir algo al niño
sin explicar el motivo no tiene ningún sentido, es inútil, no sirve
de nada. Debemos explicar claramente el motivo de la prohibición y
razonar el por qué.
Otro
aspecto muy importante es que ambos padres estén de acuerdo en la
decisión. Si el niño ve que ambos estáis en una postura, en el sí y
en el no, el aprenderá de esa conducta y sabrá utilizarla para su
propio beneficio la próxima vez. Por tanto, los padres mismos
también deben ser autoritarios y respetar la decisión del
otro, para que el niño la respete también.
Por
supuesto, a la hora de poner límites, debemos también al niño tener
algo de capacidad de acción. Debemos dejar también que el niño
acepte riesgos y que aprenda también que las malas acciones siempre
traen consecuencias malas para él. Las decepciones y los golpes son
otra parte del aprendizaje.
Queremos
concluir este artículo con una apreciación: no debemos confundir
autoridad con autoritarismo. Una persona con autoridad infunde
respeto, pero una persona autoritaria infunde miedo.